martes, 16 de abril de 2013

Psy estrena su nuevo vídeo a lo grande

Psy estrena su nuevo vídeo a lo grande:
Psy se puso el listón muy alto con su éxito masivo, Gangman style, que se convirtió en el vídeo de YouTube más visto de las historia con  más de 1.500 millones de visitas. Así que ha decidido presentar en sociedad su nuevo cilp, Gentleman, a la grande, estrenándolo durante un concierto en el estadio del Mundial fútbol en Seul, este sábado.
Las 5 claves del éxito de 'Gangnam Style'
Según Reuters...

Justin Bieber mea fuera del tiesto

Justin Bieber mea fuera del tiesto:
El mundo entero se echa las manos a la cabeza con el útlimo patinazo de Justin Bieber. El cantante visitó La casa de Ana Frank en Ámsterdam, y según ha publicado la página de Facebook del museo, escribió una desafortunada nota en el libro de visitas: "Ha sido muy inspirador. Ana fue una gran chica. Ojalá hubiera sido una believer".
La casa museo de Ana Frank muestra las dependecias donde la jove...

Ozzy Osbourne recae en el alcohol y las drogas

Ozzy Osbourne confiesa haber recaído en el alcohol y las drogas:
Ozzy Osbourne ha publicado hace unos horas un personal comunicado en su página de Facebook, donde admite su recaída en el alcohol y las drogas durante el último año y medio.
→ La oscura y retorcida resurrección de Black Sabbath
Las declaraciones coinciden con los rumores de separación de su esposa, Sharon Osbourne, y con la promoción de 13, el primer álbum de Black Sabbath en 35 años con Osbourne...

Calamaro cuelga una foto de su ex desnuda y la borra

Calamaro cuelga una foto de su ex desnuda y la borra:
No queda ni rastro de la comprometida foto. El timeline del Twitter de Andrés Calamaro está repleto de enlaces a las interesantes remezclas y samplers que está haciendo a diario en su perfil de Soundcloud, además de las continuas muestras de desprecio a los trolls que le insultan por la red social.
→ La actividad de Andrés Calamaro en Soundcloud
Pero la semana pasada una foto volvió a desatar la ...

El fotógrafo español Manu Brabo, premio Pulitzer 2013

El fotógrafo español Manu Brabo, premio Pulitzer 2013:
The New York Times saca pecho y obtiene cuatro galardones en la 97ª edición de los premios Pulitzer, los más prestigiosos galardones de periodismo, que otorga la Universidad de Columbia de Nueva York. En el listado, que se divide en realidad en periodismo y drama, entraron varios nombres latinoamericanos, entre ellos el del fotoperiodista español Manu Brabo, que fue prisionero de las tropas de Gadafi durante 44 días en abril y mayo de 2011. Brabo forma parte del equipo fotógrafo de la agencia Associated Press que cubrió la guerra de Siria junto al mexicano Narciso Contreras, el argentino Rodrigo Abad, y sus compañeros Khalil Hamra y Muhammed Muheisen, y que han sido galardonados por “la recopilación que han elaborado sobre este terrible conflicto civil”. Además, el fotógrafo mexicano Javier Manzano, colaborador de la agencia France Press, ha recibido otro premio, el feature photography.
Ente los premios recibidos por The New York Times destaca el de mejor reportaje de investigación por su serie de artículos sobre las denuncias de corrupción de Walmart en México.
En el apartado de arte, el Pulitzer a la mejor novela de ficción era uno de los más esperados, sino el que más, ya que este galardón no fue otorgado en 2012 por falta de consenso entre los jueces. En esta ocasión, los 19 miembros del comité seleccionador han premiado The orphan master’s son, de Adam Johnson, una novela que narra un viaje al corazón del ser humano y de aventuras que transcurre en Corea del Norte.
En el ámbito de las letras además hay otras seis categorías: mejor biografía o autobiografía, mejor obra de teatro, mejor ficción, mejor no ficción, mejor novela histórica y mejor poesía. Para obtener el Pulitzer en alguno de estos apartados es obligatorio que la obra esté escrita por un escritor estadounidense y que “hable de la vida americana”.
Los otros escritores estadounidenses reconocidos en esta edición han sido en la categoría de teatro para Ayad Akhtar por Disgraced; en historia para Embers of war: the fall of an empire and the making of America’s Vietnam, de Fredrik Logevall; en biografía para The Black Count: glory, revolution, betrayal and the real Count of Monte Cristo, de Tom Reiss; en poesía para Sharon Olds y su libro Stag’s leap, y, por último, en no ficción, para Devil in the Grove: Thurgood Marshall, the Groveland boys, and the dawn of a New America, de Gilbert King (Harper).

Manual de supervivencia para chicas salvajes

Manual de supervivencia para chicas salvajes:
Australia queda muy, pero que muy lejos de casi todo. De ahí conjetura el artista Sean Morris, oriundo de aquellas tierras, que le puede venir su fijación por representar mundos aislados, situaciones arrancadas de la realidad que les es propia y vueltas a plantar en un tiesto en el que no parecen encajar. En busca y captura de un instante concreto, sus dibujos se convierten en una suerte de “experimento social”, algo así como el juego de un mirón que, de tanto observar, acaba por imponer su visión.
Erigido en gran hermano de la jungla, el ilustrador australiano ha imaginado para Return to Doom Lagoon (del 18 de abril al 16 de mayo), en la galería madrileña Watdafac, espacio inspirado en la ideología punk del Hazlo tú mismo, a un grupo de chicas jóvenes a medio camino entre el icono y el estereotipo emanado de la cultura pop. Varadas en lo que se supone es una extraña isla desierta, llegadas no se sabe cómo, deben lidiar con panteras, plantas venenosas y otros peligros aún peores, como esos barbudos e insufribles novios que se les quedan mirando así, como molestando, con esa cara de no estar entendiendo absolutamente nada.
“Me gusta la idea de las mujeres poderosas de las películas de culto, esas chicas que buscan vengarse de los hombres, las de los parques de caravanas, las que luchan contra los cocodrilos… Todo ese tipo de gente en cierta manera fuerte, que no tiene remordimientos”, cuenta un recién aterrizado Morris (Perth, 1983), que además nombra la película de fantaterror de 1973 La noche de los brujos, del gallego Amando de Ossorio, como una de sus referencias fílmicas fundamentales y valiosa fuente de inspiración.
Siempre a base de ilustraciones, ya ha recreado anteriormente otras fantasías urbanas en medio de la nada, que ha mostrado en su Perth natal (“la capital más aislada del mundo”, incide), por toda Australia y también en Estados Unidos y Gran Bretaña. No todas, aclara, con estupendas muchachas en bikini y machete en mano como protagonistas. “He hecho otras series, como una con hombres en una colonia en el desierto, u otra en un escenario posapocalíptico, en medio de la selva, con gente bebiendo vino de cartón y pasando el rato con dingos”.
Como la vida, dice, nos lleva por caminos inescrutables, a la hora de sentarse a dibujar él prefiere marcarse unos límites que le ayuden a centrarse. Por eso representa universos limitados en los que, eso sí, caben posibilidades infinitas. “Me gusta jugar con símbolos que surgen de la naturaleza o de la tecnología”, cuenta. “Aunque tampoco pretendo hacer un trabajo profundo. Lo que me gusta es inventarme una historia a partir de la cual poder empezar a trabajar”.
El resultado, unas ilustraciones cuyo estilo hace tiempo definió como “básico aunque a la vez con una atención por el detalle propia de un empollón”, quieren de algún modo permanecer en la retina como una “instantánea rara, como el recuerdo de algo que nunca ocurrió”. Y aunque lo que hace busca ser, al menos para él, ese “experimento social” que mencionaba, no hay moraleja sobre la que reflexionar. “No…”, dice con una media sonrisa, “nunca llego a pensar tan lejos”.

Julio Llamazares: “Las novelas son vidas que no pudimos vivir”

Julio Llamazares: “Las novelas son vidas que no pudimos vivir”:
La obra de Julio Llamazares (León, 1955) es un gran diccionario de la soledad. Partió de la poesía —La lentitud de los bueyes (1979), Memoria de la nieve (1982)— alcanzó su punto culminante hace 25 años con una novela (La lluvia amarilla), y desemboca ahora en una narración conmovedora que viene de esos mundos solitarios y espectrales en los que el hombre es a la vez una estrella y su sombra.
El libro que ahora presenta Llamazares se da la mano con La lluvia amarilla. Es Las lágrimas de San Lorenzo (Alfaguara). Seix Barral publicará ahora una nueva edición conmemorativa de aquella La lluvia amarilla, acompañada de un documental realizado por Eduardo de la Cruz en los escenarios por los que se mueve este libro central del escritor.
Otra vez la soledad. Un hombre solo, con su hijo, contemplan el cielo, son mirados por el tiempo. “La soledad y el tiempo. Seguramente porque esos dos elementos son los que mueven mi vida y la vida de todos. Para mí escribir es aquello que decía Pessoa: mi manera de estar solo, y una lucha contra el tiempo. Por eso el ejercicio de escribir es tan contradictorio: te exige soledad cuando tú lo que quieres es escapar de ella, puesto que escribes para comunicarte, y te requiere tiempo cuando tú lo que quieres es luchar contra el tiempo. En esa contradicción transcurre mi vida”.
En La lluvia amarilla es un pueblo el que se queda solo como ante un espejo devastado. Aquí es un hombre, pero va con un niño. Hay, en ambos casos, como la búsqueda del antepasado. Dice Llamazares: “La vida se repite desde el principio mismo de la humanidad. Aunque pensemos que hemos cambiado mucho no es tanto en el fondo y de eso nos damos cuenta cuando pasa el tiempo, como le ocurrió a la generación anterior y le ocurrirá a la que nos suceda… La novela está llena de frases de otros escritores. Un escritor no es más que una gota de agua en el río de la literatura por muy importantes que se crean algunos y, por tanto, somos herederos de todos los que han escrito antes que nosotros. Por eso el protagonista de esta novela, un profesor de universidad que se ha pasado leyendo poemas y textos de diferentes autores a sus alumnos, los recuerda mientras mira las estrellas. Uno de ellos, de La Iliada, se repite hasta adquirir la condición de eco: ‘Como la generación de las hojas, así la de los hombres…’. Yo la había leído de joven y me la volví a encontrar encabezando una antología de un poeta que aprecio, José Antonio Llamas, del que también incluyo una cita al comienzo de mi novela: ‘¡Dichosa edad en la que vuelan las estrellas!’. Hay poetas que lo resumen todo con un verso”.
En su novela, cuenta Llamazares, “el padre refleja en el hijo sus recuerdos y temores y el hijo en el padre sus ilusiones. Así sucede en la vida en todo momento y más en noches como la de la novela, la noche de San Lorenzo, en agosto, cuando la lluvia de estrellas es contemplada por millones de padres en el mundo que repiten a sus hijos lo mismo que a ellos les dijeron sus padres o sus abuelos y que sus hijos dirán a los suyos pasado el tiempo”.
Todos sus libros tienen el aire poético de una autobiografía. ¿Esa es el alma de su literatura? “La memoria, no los acontecimientos. Las novelas son autobiográficas porque reflejan el alma del escritor, no porque estén contando su vida. Luna de lobos (1985), por ejemplo, que habla de los huidos de la posguerra, es autobiográfica, aunque yo no viví ese tiempo; lo es porque refleja mi personalidad. Y con La lluvia amarilla ocurre lo mismo, pese a que nunca haya vivido en una aldea remota del Pirineo ni sea un viejo loco... por lo menos de momento”.
La lluvia amarilla parece la madre de sus libros. “Puede ser, pero para mí la madre de toda mi literatura es mi primer libro de poemas y en concreto el primer poema, ese que dice: ‘Nuestra quietud es dulce y azul y torturada en esta hora. Todo es tan lento como el pasar de un buey sobre la nieve’. Ahí está todo lo que yo pienso. Por eso soy un escritor tan previsible. Siempre estoy escribiendo el mismo libro, aunque con matices. La esencia de lo que escribo es mi perplejidad ante el mundo y ante la realidad. Y sobre todo, ese sentimiento que siempre me ha acompañado, desde que tengo uso de razón, que es el sentimiento de extranjería”.
Existe una novela que explica qué es un escritor: El extranjero, de Camus. “Hay mucha gente que escribe, pero hay pocos escritores. Para mí, el escritor es aquel que escribe por necesidad, no por oficio o capricho. El escritor es aquel que seguirá escribiendo, como hizo Kafka, aunque no le publiquen. Por eso es un extranjero, no en su país ni en otros países, sino un extranjero en la realidad. Y ahí me he sentido yo siempre”. Extranjero y perplejo. “No acabo de entender lo que sucede, cada vez lo entiendo menos y tengo más dudas, cada vez siento más perplejidad ante lo que me rodea y por eso escribo. Más que un sentimiento de soledad es un sentimiento de extranjería o extrañeza el que me lleva a escribir”.
Es inevitable buscar paralelismos entre Las lágrimas de San Lorenzo y La lluvia amarilla. “Pero se trata de dos novelas muy diferentes. Es verdad que hay una presencia en el cielo en todas mis novelas, un mismo estilo y una parecida prosa, un mismo gusto por la evocación poética, pero los argumentos de ambas novelas son muy distintos, así como su estructura”.
En ambas cuenta “la vida que no viví”, pero es cierto que “escribiendo se viven muchas más vidas de las que te corresponden. Porque las novelas son vidas que pudimos vivir y no vivimos”. “Escribir”, dice, “es buscar la música de las palabras. La literatura es música, es solo el relato puro, es la música de las palabras, que hace que esto se transforme en una emoción. Eso es lo que más tiempo me lleva conseguir. Por eso soy tan lento escribiendo”. Hace años a Julio Llamazares se le veía por las plazas, por las riberas, por los pueblos solitarios, con su perra Bruna, solo, mirando. Ahora va con su hijo Julio, como el profesor que enseña las estrellas.